martes, 26 de agosto de 2014

TARÁNTULA ENANA CASERA


Ésta especie de araña es fácil de hallar en los orificios, grietas y resquicios de las paredes, donde tejen su tela con una forma de embudo. Mide entre unos 4 a 6 cm entre los extremos de las patas. Las arañas esperan pacientemente en el fondo a la espera de un insecto desprevenido que acierte a tocar los hilos de seda, hecho que es aprovechado en un instante por el arácnido para salir a toda prisa, apresar a la infortunada víctima con su mordida fatal y arrastrarla al fondo de su escondrijo a esperar a que su veneno surta efecto y entonces disfrutar de un delicioso y nutritivo coctel de jugos vitales de insecto fresco. Cuando ha terminado, se asoma de noche a reparar cualquier daño que haya sufrido su trampa textil y se aposta de nuevo a esperar la siguiente visita-desayuno.

A pesar de la reputación y el aspecto de los arácnidos, éstas arañuelas son pacíficas y por lo general no generan ninguna molestia al ser humano; muy por el contrario, son un excelente y gratuito medio de control de plagas. Moscas, mosquitos y otros insectos forman la lista de su variado menú.

Por lo general son tímidas y retroceden al fondo de su nido a la menor intromisión humana a la intimidad de sus aposentos. Hace años tuve la oportunidad de toparme con una de éstas tarántulas lo suficientemente confianzuda y apacible como para que me permitiera observarla en la entrada de su telaraña, que construyó en uno de los huecos de una pared decorativa hecha con ladrillos perforados. A diario atrapaba un insecto tal como una cucaracha, una mosca, un grillo, y se lo ofrecía a la araña, la cual no tenía empacho ni temor en salir completamente para tomar la suculenta presa que le ofrecía con mi mano. Hasta parecía reconocerme cuando me miraba con sus ojillos brillantes como pequeños luceros en la profunda oscuridad de su velludo cuerpo.

Ésta escena se repitió por muchos días; mi tarántula creció notablemente más que las demás debido al constante suministro de víveres, incluso llegó a tener bebés. La araña tejió una bolsa sedosa donde resguardó infinidad de huevecillos hasta su eclosión. Del padre de las criaturas no me pregunten, quizás mi amiguilla de ocho patas, acostumbrada a la buena carta lo incluyó en su exigente y variado menú.

La historia de ésta mansa y confiada tarántula de las paredes terminó cuando en una ocasión hallé una mariposa nocturna que por cierto tenía un olor un tanto desagradable. Como de costumbre, ofrecí a mi tarántula la enorme y suculenta mariposa. Miss Araña pareció comprender en seguida que ésta nueva situación requeriría de todas sus fuerzas, y me fue impresionante observar cómo salió rápidamente de su telaraña y con gran asombro de mi parte vi como abrazaba férreamente a la mariposa rodeando su regordete cuerpo al mismo tiempo que le propinaba su venenosa mordida. Parecía estarle aplicando una llave de lucha libre, diminuto gladiador, un auténtico abrazo de la muerte. Poco a poco la enorme mariposa fue desapareciendo en el fondo del embudo hasta que solo quedaron asomando las puntas de sus alas.

Complacido al imaginar a mi tarántula provista de una copiosa despensa para una semana me retiré mientras ella hacía su labor.
Al otro día me extrañé de no observar movimiento en su telaraña. Así pasaron dos o tres días hasta que picado por la curiosidad, decidí retirar las alas de la mariposa y tuve el infortunio de hallar a mi tarántula muerta. Parece ser que la mariposa que fue su última cena era tóxica y la araña pereció envenenada al sorber sus fatídicos jugos.

Mucho eché de menos a ésta interesante arañuela que me mostró bastante confianza, y hasta llegué a tener remordimientos por haberle dado sin proponérmelo, una comida venenosa. Sin embargo después me reconforté al pensar que quizás mi tarántula favorita en verdad pudo haber muerto de indigestión ante tremenda comilona e irse directo al cielo de las arañas.
Han pasado casi cuatro décadas de ésto que les cuento; aún me asomo a la vieja pared donde ella vivió sin hallar mas que huecos vacíos y una ocasional telaraña abandonada; antes abundaban. No volví a hallar una tarántula tan gentil, y nunca olvidé a mi pequeña amiguita beneficiaria de ocho patas.

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