El llamado Camaleón Cornudo o mas bien, Lagarto Cornudo ha conservado celosamente reminiscencias de sus remotos orígenes en el Carbonífero. Visto de cerca e imaginado a una escala 100 veces mayor no es difícil adivinar el terrible impacto visual y psicológico que debieron tener las escamas y cuernos de los primeros reptiles y dinosaurios.
Los camaleones cornudos son unos saurópsidos de la familia Phrynosoma, nativos de México. Son pequeños, de cuerpos redondeados y aplanados, de cola corta, muy escamosos, con una hilera de espinas bordeando sus costados. En su cabeza tienen unas impresionantes espinas que apuntan hacia atrás en el tiempo, lo que les da un aspecto de terroríficos Triceratops, reducidos por las presiones geológicas a la condición de monstruos de bolsillo.
Los lagartos cornudos se hallan en la región de Tehuacán (si es que pueden distinguirse en su hábitat ), pues su camuflaje asombroso le hace pasar inadvertido en terreno pedregoso y polvoriento. Solo es delatado cuando presa del nerviosismo, se mueve de su lugar en calidad de guijarro plano ambulante. Tiene una limitada capacidad de cambiar de color de acuerdo a su entorno, lo que hace aún mejor su sistema mimético de protección. Solo es capaz de aumentar el color negro de unas mancjas que pose en el lomo, lo que le da su calificativo de "camaleón".
Cuando es amenazado por un animal mucho mayor, el camaleón recurre a una extraña artimaña distractiva: haciendo acopio de su gran capacidad histriónica, es capaz de lanzar por sus ojos unos pequeños chorros de sangre directamente hacia su agresor, con lo que logra un instante de confusión para lograr poner tierra de por medio y frustrar el ataque de su incrédulo, confundido y estupefacto atacante.
Estos reptiles no son para nada agresivos, ni peligrosos ni venenosos ni poseen ninguna propiedad medicinal especial ni son mascotas del diablo ni le hacen daño alguno a nadie, por lo que es mejor dejarlos en santa paz en su hogar. Algunas veces son sustraídos del su ambiente para ser vendidos como mascotas, pero poseer uno de ellos implica la ardua tarea de conseguirles su platillo predilecto, que consiste en hormigas y otros insectos del monte, así como proveerles de la luz solar adecuada, pues como buenos reptiles de clase, no pueden regular autónomamente su temperatura corporal. Poseer uno de éstos animales es condenarlo a muerte irremisiblemente, por lo que es preferible admirarlos, fotografiarlos y dejarlos en libertad.
El tráfico de especies animales y vegetales está severamente penado en la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán, por lo que para evitar situaciones muy desagradables es mejor no incurrir en éstos delitos considerados federales.
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