viernes, 15 de marzo de 2013

VÍBORA DE CASCABEL

Serpiente pigmea de cascabel (Sistrurus ravis)
           La serpiente de cascabel lleva una existencia grave y altamente economizadora de energía. Pareciera que éste enigmático reptil observa impasible al mundo como una ridícula pasarela donde las fuerzas son derrochada inútilmente. Ella no usa más energía que la estrictamente necesaria para sus regias exigencias de vida. Solitaria por excelencia, parece comprender que el estado ideal para la sabiduría plena es la soltería; no se desgasta en relaciones duraderas y solo busca a su pareja para procrear.
      Éstas serpientes pululan en la región, pero lo curioso es que muy raramente se dejan ver; y es de esperarse, pues la serpiente es una portentosa colección de dispositivos sensoriales de avanzada generación. Detecta cualquier vibración en el suelo, en especial las producidas por el paso de los caminantes que se le aproximan.
      Su característica lengua bífida entra y sale de su hocico detectando el olor de sus posibles presas a un auténtico nivel molecular; su cuerpo es un sismógrafo que detecta las vibraciones más leves, quizás hasta el aletear de una mariposa; su visión es de mediana agudeza, pero para superar ésta limitante, es capaz de detectar las radiaciones infrarrojas por medio de unos órganos especiales en su hocico. Esto hace que sea capaz de guiarse "viendo" el calor del cuerpo de su presa. Todo esto hace que durante una caminata por el hábitat de la cascabel, sea casi imposible pasar inadvertido para ella, a menos que se encuentre amodorrada en las primeras horas de sol.

         Para completar su sofisticado arsenal, posee un arma mortífera: un veneno hemolítico, o sea, destructor de las células de la sangre y que revienta los vasos sanguíneos de quien se ponga al alcance de su mordida haciendo que la víctima sea reducida a una literal condición de gelatina derretida.

         Quien haya presenciado el ataque de una víbora de cascabel a su presa, coincidirá conmigo en que se trata de un espectáculo espantoso y escalofriante. Con su ejemplar tacañería energética, la serpiente puede pasar mucho tiempo agazapada en espera de algún animalejo de tamaño adecuado que pase cerca de ella (casi siempre una rata de campo, aunque las especies menores como la cascabel pigmea puede alimentarse de insectos). A la vista de su presa su equipo sensorial se dispara; deja su estoica quietud, y presa de una visible excitación, mueve nerviosamente la cabeza auscultando minuciosamente a su víctima desde varios ángulos para determinar exactamente el sitio donde le propinará su mordida. Quizás busca la zona más caliente de su cuerpo para inyectar su veneno y hacer que así sea más efectivo; al mismo tiempo mide la cantidad apropiada de veneno que inyectará mientras se le hace agua la boca.
    
          Luego de esperar el momento exacto, lanza su mordedura con la velocidad del rayo. Inyecta su fatal ponzoña y acto seguido se retira, pues igual evita gastar energías en una lucha cuerpo a cuerpo contra su desafortunada víctima la cual huye lastimosamente con la marca de la muerte y visiblemente presa de horribles dolores, la serpiente además evita así una lucha en la cual ella podría salir lastimada. Su ataque tiene mucho de cobarde; bien dijo Napoleón Bonaparte que el veneno es el arma de los cobardes.

         Una vez propinada su mordedura dirigida con precisión quirúrgica y segura de lo mortal de su veneno, la serpiente se da tiempo para abrir las fauces y acomodar sus temibles colmillos hipodérmicos es las fundas carnosas naturales de su hocico, satisfecha plenamente del resultado de su beso fatal. Entonces la serpiente se da a la tarea de seguir el rastro de su presa con absoluta precisión GPS y al hallarla frecuentemente ya muerta, completa su macabro plan engulléndola por entero siempre empezando por la cabeza, con huesos, pelos, plumas y todo. Su potente sistema digestivo disolverá a su presa hasta convertirla en una masa informe de heces color café y orina blancuzca.

          A pesar de su pésima reputación, la serpiente de cascabel no suele atacar a los humanos, mas bien los encuentros con ella son accidentales o por necedad humana, pues también está dotada de un sistema de alerta: su característico cascabel que hace sonar para hacer notar su presencia. Para evitar toparse en el campo con uno de éstos ofidios en útil caminar ruidosamente y azotando una vara gruesa y larga contra el suelo o los matorrales debajo de los cuales se puede esconder o estrellando algunas rocas grandes contra el suelo de cuando en cuando donde se sospeche la existencia de éstos bichos a fin de delatar nuestra presencia. Obvio igual hay que tener cuidado que bajo las rocas que se levanten no se oculte una serpiente, un alacrán u otro bicho peligroso.

          Si lo que se busca es un encuentro con ella, se debe buscar sigilosamente en el terreno considerando su buen camouflaje y atenerse valientemente a los riesgos. Nunca se debe buscar serpientes sin ir acompañado y con un medio de comunicación disponible para el caso  de una emergencia.Es mejor permanecer lejos de ella y solo acercársele con el telefoto de la cámara.
          Las cascabeles poseen una belleza fascinante; no en balde los antiguos mesoamericanos las veneraban. Sus escamas brillantes parecen labradas en placas de oro, Su aspecto es el de un noble, divino, elegante y eficiente asesino sagrado, si es que puede concebirse semejante combinación de cualidades personales.

Las serpientes son objeto de gran cantidad de leyendas y creencias infundadas, algunas de las cuales puedes leer en el siguiente enlace: Cascabel, la serpiente divina

          Una de las creencias más perniciosas para la existencia de éstas serpientes es la de que la ingestión de su carne es una preciosa cura contra el cáncer. Nada más falso; su carne está hecho de proteínas como la de cualquier otro animal. En todo caso lo que valdría la pena estudiar a fondo es el efecto farmacológico de su veneno, lo cual puede hacerse sin necesidad de matar al animal.

 



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