(Falco peregrinus) Ësta formidable ave de presa puede ser vista en los alrededores de Tehuacán, especialmente durante el invierno, presumiblemente cuando llegan de tierras muy lejanas en su anual migración a lugares más cálidos.
Su principal garantía es la velocidad. El diseño de su cuerpo de saeta aerodinámicamente perfecto es el sueño dorado del más ambicioso ingeniero de aviación.
Su legendaria mirada es capaz de distinguir el punto exacto donde clavará sus afiladas garras a su víctima con precisión quirúrgica desde las alturas a las que suele volar. Una vez elegido el menú del día, encoge sus alas y cae entonces con propulsión de ballesta hacia sus presas más frecuentes: otras aves de tamaño regular con que satisfacer su apetito demandante de energías plenas. El golpe de sus garras suele ser fatal, y la aterrorizada presa cae inerme al suelo fulminada por un rayo emplumado. También depreda sobre pequeños mamíferos que no acierten a ocultarse de éste Barón Rojo de los cielos.
En una ocasión puede contemplar en El Riego a uno de éstos magníficos pájaros-jet abalanzarse en picada a una velocidad vertiginosa hacia una bandada de urracas, las cuales astutamente se dejaron caer súbitamente a tierra, eludiendo así el ataque del halcón, el cual abrió de nuevo sus alas en el último momento para pasar rozando el suelo a unos cuantos metros de mí (que no salía de mi asombro ante tal despliegue de poderío aéreo) para catapultarse de nuevo en lo que dura un suspiro hacia su reino de las alturas.
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